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¡¡Parón veraniego!!


¡¡¡SIIIIIIIIII!!!

Porque yo también tengo derecho a unas vacaciones, el blog queda abandonado hasta mi regreso a mediados de septiembre. 


Pero qué desesperación, hija mía.

Ya sé, ya sé, qué vais a hacer sin mí durante todas estas semanas. Pues la respuesta es muy sencilla: si no sabes qué leer, cómprate Malos presagios, o cualquier otra novela (¡o todas las novelas!) de DirtyBooks.

Podéis tener unas vacaciones muy interesantes si me hacéis caso.

Prometo volver a mediados de septiembre con más entregas de LAS LOCURAS DE MARI TERE, de mis MUSOS, y, si me da tiempo, de una nueva novela. ¿Os apetece?

No os olvidéis de mí, caperucitas.

¡¡PASAD UNAS MUY BUENAS VACACIONES DE VERANO!!





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Las locuras de Mari Tere #10

Fue un momento «tierra trágame» por parte de ambos. Mía, porque esta boca que tengo nunca piensa lo que va a decir. De él, porque se sintió avergonzado de que yo hubiera oído lo que pasaba en mi piso la noche anterior.
–Marga es muy escandalosa –susurró sin mirarme.
–Bueno, todas lo somos cuando nos lo hacen bien. Supongo.

Y también nos quedamos así, como sorprendidas, ¿verdad?


Intenté ser lo más natural posible, haciendo como que no me había fijado en lo vulnerable que él parecía en aquel momento. Entonces me di cuenta de que se avergonzaba de lo que hacía, y me sentí triste por él. ¿Qué es lo que puede llevar a alguien a vender su cuerpo a cambio de dinero?
–¿Supones? –El brillo de picardía volvió a sus ojos. Lo vi cuando se giró para mirarme.
–Solo he tenido un novio, y Gerardo no es que fuera la gran cosa en la cama.
–Pues me alegro que lo dejarais. Una mujer como tú, merece un hombre que la haga gritar de placer en la cama.
 Lo dijo con voz enronquecida, muy sexy, y se me pusieron todos los pelos de punta. De golpe y porrazo, mi mente voló y me imaginé en la cama con él, siendo yo el objeto de su deseo, y totalmente enfocado en mí.
¿Os imagináis como me puse?

Unos calores que me entrarooooon, madre.


Eeeexactamente. Como una moto. Me entraron picores donde no debía, y mis pies quisieron salir corriendo de allí.
–Bueno, estoooo… Gracias. Mejor me voy y te dejo solo con tu cocina, que aquí no hago más que estorbarte y decir tonterías. –Di dos pasos atrás pero, antes de girarme para salir corriendo de allí, añadí–: Si necesitas cualquier cosa, pica en el timbre.
–De acuerdo. Eso haré.
Salí echando leches, con el corazón a mil por hora, y subí las escaleras de dos en dos. 

Correeee, locaaa, que te pillaaaaaa.

Volver a mi piso fue deprimente, no porque estaba hecho unos zorros, sino porque estaba vacío.
Aquel rato hablando con Nacho, con esa confianza que habíamos logrado durante unos minutos, había sido revelador para mí. Había hecho evidente lo sola que estaba, y cuánta falta tenía de un hombre; y no solo para un revolcón en la cama. Con Gerardo nunca había llegado a tener esa sensación de camaradería que había logrado con Nacho en ese escaso rato que habíamos estado hablando, y de repente me di cuenta que nunca habíamos sido amigos, o cómplices. Nuestras conversaciones siempre habían girado en torno al trabajo, los amigos y el fútbol. Bueno, cuando hablaba de fútbol yo hacía como que escuchaba, y de vez en cuando soltaba un «ajá» que él interpretaba como interés, pero que en realidad le estaba diciendo «me estás aburriendo mortalmente, tío, ¿no te das cuenta?».
Y, de repente, tuve la incontrolable necesidad de hacerme amiga de Nacho.

Continuará...  En septiembre.





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Giulio Berruti, o por qué los italianos nos ponen

Giulio Berruti es un actor y modelo italiano, que se hizo famoso por protagonizar una serie de televisión en su país, La Figlia de Elisa - Ritorno a Rivombrosa, donde le puso rostro (y cuerpazo) al marqués Andrea Van Necker-Casalegno.

El título se las trae, y suena a culebrón que tira para atrás, de esos de época que nos vuelven locas, nos encantan y nos pegan a la pantalla moqueando como posesas.

Ayyyyy, ¿no está para comérselo?

Me he muerto y estoy en el cielo de las lascivas



El muchacho tiene una de esas miradas moja bragas que nos alteran las hormonas y nos manda la mente y el sentido común al carajo, porque, ¿qué c**o no daría palmas si te dirige una mirada de estas?

¡Plaf! (Ese es el sonido de mis bragas al caerse al suelo. Sí, llevo bragas de abuela y hacen mucho ruido).


Ha participado en varias películas, incluso una española en el año 2010, junto a Unax Ugalde, que se titula Bon Appétite. Pero si queréis más información, podéis buscarla en la Wikipedia, que aquí venís a ver fotos. ¿O no?


Eso, eso, camisa fuera, que hace muuuucho calor.



¡Azótame con la camisa! ¡Más fuerte, malandrín!



Provocadoooorrrr, que eres un provocadooorrrrrr
Espero que no hayáis llenado el teclado o el móvil de demasiadas babas, que al final los del servicio técnico os van a mirar muy mal. ¡Hasta la próxima!












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Las locuras de Mari Tere #9

–¿Eres un gigoló?
La pregunta lo pilló desprevenido. Habíamos estado diez minutos en silencio, él preparando la cena para su «invitada», y yo admirando su habilidad en la cocina.
–¿Gigoló? Sí, es una manera de decirlo, aunque me han dedicado nombres mucho menos bonitos.
–Me lo imagino. Hay gente muy pacata por ahí.
–¿Tú no lo eres?
–¿Estás de coña? Alquilo mi vivienda a viejos verdes que vienen a follar con tías de mi edad. Y ahora, a ti. ¿Tú crees que eso es ser una mojigata?

¿Pacata, yo? ¡Ja! Si supieras las cosas sucias que ocurren en mi mente mientras hablo contigo...


–Supongo que no, pero nunca se sabe. Una vez tuve una clienta que, entre polvo y polvo, se empeñaba en devolverme al camino recto. No veas los discursos que me soltaba.
–¿Y los aguantabas?
–Pagaba bien, y tengo la extraña habilidad de oír sin escuchar, si entiendes lo quiero decir.
–Lo entiendo perfectamente. Yo la desarrollé durante los dos últimos años de noviazgo.
–¿Tienes novio?
–Ya no –exclamé con repugnancia, controlando un escalofrío–. Gracias a Dios me deshice de él a tiempo.
–¿Tan malo era?
–No era malo, pero tampoco era bueno. Y tú, ¿tienes novia?
–¿Tú crees que alguna chica soportaría que su novio se ganase la vida como lo hago yo?
–Bueno, de todo hay en la vida del Señor.
Se echó a reír mientras sacaba la bandeja del horno y la dejaba sobre la encimera de la cocina.

Si lo oyérais reír, se os caerían las bragas. De verdad de la buena.


–No, no tengo. Una chica a la que no le importara cómo me gano la vida, no me interesa. Y de momento, no puedo dejarlo.
–¿Por qué? –Tenía verdadera curiosidad. Era evidente que Nacho se movía en un mundo de lujo que yo solo conocía a través de las películas. La ropa que vestía, sus modales, el reloj caro que llevaba en la muñeca, el coche que le había visto la noche anterior… hasta su corte de pelo gritaba «pasta».
–Por los contactos, y porque todavía no he ahorrado lo suficiente para poner en marcha mi sueño.
–¿Tu sueño?
–Ajá.
Por supuesto. Todos tenemos sueños, ¿no? ¿Por qué él no iba a tenerlos?
–¿Y cuál es?
Se echó a reír, avergonzado. Estuvo callado un rato mientras preparaba las cosas y las iba poniendo en la bandeja del horno.
–Poner mi propio restaurante –dijo finalmente–. ¿Te parece una locura?
–¿Que te guste cocinar? Me parece maravilloso. Me encantan los hombres que saben cocinar. Yo soy un auténtico desastre en la cocina.


Cuidado con los accidentes, que la cocina es muy traidora...


Y es verdad. Sé hacer las cuatro cosas básicas: un cocido, unos macarrones, huevo fritos con patatas, y alguna cosilla más. Pero no me pidas nada que sea complicado, porque acabaremos cenando pizza congelada.
–Pues un día te invitaré a cenar y te haré algo para que te chupes los dedos. Pato confitado al aroma de canela y naranja, quizá. Sí, creo que tienes cara de que te guste el pato.
Lo dijo impulsivamente, sin pararse a pensar en sus palabras, porque cuando terminó la frase se quedó tieso como un palo y sin mirarme, como esperando que yo lo mandara a freír espárragos.
–¿En serio? –exclamé con verdadera alegría–. ¡Me encantaría! Nunca he comido pato. Pues oye, serías una joya de novio, en serio. Guapo, buena persona, cocinero excelente, y además, por lo que oí anoche, seguro que follas como Dios. Si las tías fuesen inteligentes, se pelearían por ti.
Se puso rojo como la grana y apartó sus ojos de los míos. ¡Ma cagüen! Este filtro mío, que cuando me relajo parece que se toma vacaciones, siempre está metiéndome en situaciones delicadas. «Por lo que oí anoche, seguro que follas como Dios». ¿Cómo se me ocurrió decirle algo semejante?


Continuará...



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